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martes, 23 de noviembre de 2010

La democracia no debe ser la gran víctima del crimen

Hugo Páez

La ejecución de 11 alcaldes en lo que va del año, un candidato a gobernador en Tamaulipas y el domingo un ex gobernador en Colima meterá mucho ruido y nerviosismo a la democracia mexicana. En esta atmósfera serán pocos los ciudadanos de bien que arriesguen la vida por una candidatura, pero en cambio abren grandes oportunidades para los mañosos.
No hay garantías en la guerra. Limpiar la casa pasa por enfrentar al gobierno federal con la clase política ligada al crimen organizado. Los implicados asumen el riesgo, pero los demás necesitarán garantías de seguridad que hasta el momento la autoridad no ofrece.
Lo hemos vivido con las muertes dolosas, el asesinato de políticos se puede volver una normalidad, mientras la producción y consumo de drogas sigan inalterables. Poco se puede hacer contra la producción de cocaína en los países andinos, ni con los precursores químicos importados para la fabricación de meta anfetaminas.
El combate a la producción se limita a sembradíos de marihuana y unos pocos de amapola, sin embargo, las importaciones dominan el mercado, además sigue en duda la eficiencia en el combate cuando vemos que se decomisan mas de 130 toneladas de marihuana en Tijuana.
Para el ciclo del narcotráfico no somos origen ni destino, combatimos la capacidad de tránsito que implica aduanas, carreteras federales y estatales, espacio aéreo, aeropuertos, puertos y rutas marítimas. Aduanas como la de Manzanillo Colima son la puerta de entrada de toneladas de presursores químicos, semanas atrás se decomisaron 200 toneladas y en mayo 80. Dos récords de químicos base para producir narcóticos. Ahora Colima se anota la muerte del político que ocupó el máximo nivel de gobierno el año pasado. Silverio Cavazos no tenía el mando formal de gobierno para obstruir o facilitar el tráfico de estupefacientes, lo tuvo del 2005 al 2009. Las aduanas son ámbito federal, pero la salida de mercancía irremediablemente pasa por rutas locales y estatales.
Las coincidencias son muchas en la tragedia de Colima, a Nacho Coronel se le atribuía el control de Jalisco, Colima, Nayarit y parte de Michoacán, como uno de los líderes del cartel de Sinaloa. El ejercito lo abatió pero no liquidó su estructura ni el mercado que sigue demandando drogas sintéticas fácil de distribuir y a costos tan accesibles que permean cualquier nivel social.
Habrá que hacer lo necesario para que la siguiente gran víctima del crimen organizado no sea la democracia mexicana.

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