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jueves, 17 de febrero de 2011

Carmen, libertad no concesionada

Hugo Páez

No había una mejor opción que regresar a Carmen Aristegui a MVS Radio. Con su salida todos perdieron: MVS, Presidencia de la República, y ella un espacio radiofónico que había impulsado a los primeros lugares.
El retorno viene cargado por una gran publicidad que generó el escándalo de su despido y el debate nacional alredededor de la libertad de expresión y sus imaginarios límites.
Presidencia deja evidencia al tolerar las críticas mas ácidas y aguantar al máximo sin recurrir a las viejas formas que coartar libertades con amenazas de suspensión de publicidad y concesiones. Joaquín Vargas rectificó y aprovechó las circunstancias del momento. La expectativa que generó Aristegui es una condición envidiable de mercado para aumentar audiencia, además de dejar constancia del temple que no cede a presiones.
El despido de Aristegui metió mucho ruido en Los Pinos. Era evidente que la opinión pública culparía a presidencia de la república de presionar su salida, decidieron reaccionar a través del secretario particular de Felipe Calderón, Roberto Gil Zuarth, aun cuando las formas indicaban que la vocera Alejandra Sota era la indicada. Gil salió en conferencia de prensa a leer un comunicado medio improvisado para aclarar el estado de salud del presidente Calderón, sin embargo, tuvo efectos colaterales: primero, oxigenó mas el escándalo provocado por la manta del diputado del PT, Gerardo Fernández Noroña. Segundo, puso en duda el motivo de despido de Carmen Aristegui de MVS Radio, ya que Presidencia dio respuesta pública a la pregunta de la periodista, por lo tanto, la violación al código de ética de la empresa quedaba en entredicho.
Algunos periodistas pensaron que Carmen estaba en la lona y decidieron cobrarle viejas facturas. Ciro Gómez Leyva escribió en su columna de Milenio el 10 de febrero: Pensé que Carmen Aristegui tendría una palabra para nuestro compañero de Multimedios Laguna, Rodolfo Ochoa Moreno, asesinado en la madrugada en nuestra planta transmisora de Torreón, diez horas antes de que ella leyera un texto sobre sus problemas laborales con la familia Vargas de MVS. Qué ingenuo. Ella y su coro no tuvieron esa actitud fraterna cuando asesinaron en la Comarca al reportero de MILENIO, Eliseo Barrón, mayo de 2009. No sólo no la tuvieron en el secuestro, ahí mismo, julio de 2010, de nuestro camarógrafo Javier Canales, sino que a la primera oportunidad escupieron la calumnia de que podría tratarse de un montaje. Que no me vengan con el cuento de la solidaridad. Que no mamen.
El periodista Ricardo Alemán escribió: Aristegui dio por buena la versión calumniosa y difamatoria del diputado federal del PT, Gerardo Fernández Noroña, quien a través de una manta desplegada en la tribuna de la Cámara de Diputados, acusó a Felipe Calderón de “ser alcohólico”.
En círculos periodísticos se sabe que esa calumnia, difamación e infamia son parte de la campaña de odio que contra Calderón echaron a rodar desde julio de 2006 Andrés Manuel López Obrador y sus leales.
Y que cierta presa, sobre todo la que es leal a AMLO, convirtió la especie difamatoria en verdad absoluta. Es decir, repitieron la mentira hasta la náusea y, claro, no faltaron fanáticos que quisieron creerla.
Sin embargo, cuando el gorila de San Lázaro, Fernández Noroña, la convirtió en parte de su propaganda para buscar la candidatura a la jefatura de gobierno del DF, periodistas poco serios, que gustan de la difamación, la calumnia y la infamia, la recogieron como verdad absoluta. Y así la difundieron.
Y una de esos periodistas fue la señora Aristegui.
Y como si la palabra de Gerardo Fernández Noroña tuviera un gramo de credibilidad, seriedad, sensatez y razón, Aristegui hizo suya la versión calumniosa, difamatoria e infamante. Pero no solo eso, sino que pontificó sobre “el alcoholismo”, y recomendó a los encargados de Los Pinos, que explicaran “el alcoholismo” de en la casa presidencial.
Y si el exceso de Fernández Noroña fue censurado incluso por AMLO –quien entendió que le acarrearía un mayor descrédito –, los concesionarios de MVS hicieron lo propio, y habrían despedido a la señora Aristegui.
Y claro, no faltaran las buenas conciencias que se traguen el cuento de que perversos personajes de Los Pinos, con quien sabe que aviesos intereses, pidieron la cabeza de Aristegui, para censurar quien sabe que monstruosidades…
Claro, cuando el fondo del asunto es elemental.
Una empresa periodística, decidió que para su línea editorial ya no era conveniente una editorialista del odio.
El regreso de Aristegui fue un cubetazo de agua fría para sus detractores, Gomez Leyva registró el martes: Qué bueno que termine así el episodio Aristegui: mejor la competencia por el radioescucha y el televidente, que la victimización de un competidor.
Con su restitución en MVS pierden, de nueva cuenta, las dolosas teorías de la conspiración. Como hace dos años, Carmen Aristegui y su clan han sido incapaces de contar qué fue lo que pasó. Juegan a la ambigüedad. No registran ni describen los hechos: piden actos de fe, acatamiento, sumisión. Bien lo dijo aquí Juan Ignacio Zavala: exigen respuestas, pero no aceptan preguntas. En fin, buena suerte. El episodio de nueve días sirvió para palpar cómo están los ánimos. Me quedo con la impresión de que quienes en el conflicto poselectoral de 2006 se doctoraron en esa mala arte de insultar al que no se somete a su mitología, están en pie de guerra, con más experiencia y mejores herramientas. Los diseminadores de odio están intactos.
Al inicio del conflicto todos los involucrados perdieron, ahora tal vez todos ganen, solo falta ver si el afaire dejó alguna enseñanza en Carmen que, estemos o no de acuerdo con ella, se ha construido como un elemento esencial en la libertad no concesionada del periodismo.

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