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jueves, 8 de noviembre de 2012

Obama si logró mantener a su partido en la presidencia

Hugo Páez

Debe ser realmente frustrante para el partido que deja el poder presidencial en México el 1 de diciembre, observar la victoria de Barak Obama del otro lado de la frontera, un mandatario que aparentemente hizo mancuerna en la lucha contra el crimen organizado, sin aventar las fuerzas federales a la calle en una lucha frontal, pero que al final de la historia logró mantener a su partido en la presidencia y él en la Casa Blanca otros cuatro años.
Obama logró una cómoda victoria, Calderón enterró al PAN a un tercer lugar.
Mas allá de las odiosas comparaciones, las realidades de los dos países distan mucho mas que la anchura del Río Bravo. Cualquier análisis de México en el 2006, desde cualquier perspectiva en el tema de seguridad, conduciría al presidente mexicano a combatir el crimen organizado tolerado desde los sexenios de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox Quezada.
Le inseguridad y la violencia provocada en gran medida por el consumo de drogas en Estados Unidos, el mayor mercado mundial, gestó un problema cuya responsabilidad podrían ceder los presidentes, hasta las terribles dimensiones que encontró Calderón.
Sin embargo la “guerra”, que fue transformando su definición oficial en “lucha”, sirvió también para mantenerlo en bajo una constante tensión a lo largo de los seis años.
Tensión que como cualquier ser humano incide en la toma de decisiones, no se diga en una personalidad de mecha corta, como se autodefinió Calderón desde inicios de su gobierno.
En un principio vimos que el problema bilateral de seguridad y salud pública de México y Estados Unidos no compartían método, ni siquiera el mismo interés en sus agendas gubernamentales. Mientras en nuestro país persiste como el problema número uno, en Estados Unidos congelaban el Plan Mérida bajo cualquier pretexto, por ejemplo: las violaciones a los derechos humanos por parte de las autoridades mexicanas involucradas en el combate al crimen.
Con todo y el enorme consumo de estupefacientes y la igualmente gigantesca estructura de distribución, trasiego y lavado de dinero en Estados Unidos, que, en cálculos conservadores debe quintuplicar en número de narcotraficantes a México, Barak Obama o George Bush ni remotamente provocaron saldos tan aterradores como los mas de 92 mil muertos que presentó en reporte Felipe Calderón a Enrique Peña Nieto en una de las visitas de transición a Los Pinos.
En teoría, el gran apoyo del gobierno norteamericano en equipo, inteligencia y entrenamiento crearía una gran fuerza de tarea para contener, de nuestro lado, buena parte del problema. No fue tal, ni siquiera hubo lealtad en los planes conjuntos. El programa Rápido y Furioso fue una gran humillación al dejar pasar en la frontera a miles de armas de alto poder con el supuesto de rastrear a los distribuidores y compradores en territorio mexicano.
Sobre el control de armas de asalto, el presidente mexicano se limitó a criticar la Segunda Enmienda Constitucional y nada hizo Barak Obama para imponer mas controles.
El resultado: el Partido Demócrata repite en Estados Unidos, Obama se reelige, y Felipe Calderón tendrá que entregar la Presidencia de la República al PRI. La derrota no es resultado solamente de los desaciertos en materia de seguridad, pero sin ese factor negativo otra sería la historia escrita el 1 de julio.
La lección está para Enrique Peña Nieto que inicia una nueva relación con el presidente reelecto en una visita el 27 de noviembre. Compartimos objetivos, no intereses.

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