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martes, 10 de septiembre de 2013

La última Coca Cola de la Reforma

Hugo Páez

         No le falta razón a la Coca Cola al afirmar que el impuesto a las bebidas “endulzadas” tiene carga discriminatoria. Los estrategas de la Reforma Hacendaria justifican el gravamen con argumentos muy parecidos al chantaje sanitario, al factor de obesidad y otras enfermedades, sin embargo, un análisis serio difícilmente los ubicaría en el primer lugar de productos dañinos dentro de las circunstancias de la pobreza media y extrema. Esa que no tiene opción, que no puede escoger entre agua de frutas naturales, Evian o Bonafont, y su plan B es el Kool Aid con azucar, lo mismo.
         Pero tal parece que en el ejercicio de obtener otros ingresos por renunciar al aumento del IVA o a su extensión a alimentos y medicinas, el gobierno federal recurrió a la pseudocultura de la salud de “gim” y encontraron a las “bebidas endulzadas” como la maldad encarnada en calorías que ponen a trabajar a las gordas y gordos en las caminadoras, escaladoras y elípticas del Sport City y el Smart Fitness.
         Lo siento por los millones de albañiles, mecánicos, jornaleros, trabajadores de limpieza, secretarias, choferes, burócratas, y una larga lista de etcéteras que no tienen opciones, no solo como fuente de calorías -explicación que echaron abajo directivos de la Coca Cola- sino la única manera práctica de ingerir líquidos potables en lugares de trabajo ¿o me van a decir que que el agua del grifo de las redes urbanas, con filtraciones reales del drenaje sanitario en un buen número de ciudades, tiene el mismo o mayor nivel de potabilidad que los refrescos..? Un ejemplo, cualquiera que se haya hospedado en un hotel que recibe extranjeros en México, se topa con una advertencia que dice “El agua de la llave no es para beber, no es potable”.
         Lo peor de este rollo mal planteado en la Reforma Hacendaria es que si en verdad el gravar con impuestos a las bebidas azucaradas fuera parte de un gran programa de salud, estaría respaldado con mecanismos que impactara de inmediato a las clases populares, tan inmediato como será el aumento de los refrescos de un 10%, 15% o 20%, una vez que se promulgue la reforma.
         Pero no, imagino que en la mesa de trabajo de la Iniciativa, simplemente se les ocurrió que la satanización de los refrescos era la plataforma ideal para cargarle un impuesto al consumo, la mas cómoda de las recaudaciones.
         Es comprensible, de alguna parte habrá que sacar recursos para un plan social ambicioso como el Seguro de Desempleo y la Pensión Universal, el álgebra financiera exige una estricta disciplina y estimados de ingresos muy apegados a la realidad, yerros en este sentido resultan fatales para todos, pero de eso, a explicar que vamos a pagar mas por los refrescos porque son “muy malos” para la salud, y, en consecuencia, costosos para el estado, habla de un paternalismo que nos supone débiles mentales.
         Necesitamos un impuesto ¡los refrescos, punto..! lo otro, el chantaje sanitario, debe ser una “genialidad” de alguien que se siente la última Coca Cola del desierto.
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